
ACUDIR AL PSICÓLOGO/A ES ALGO NORMAL Y NECESARIO QUE PERMITE AUMENTAR NUESTRA CALIDAD DE VIDA
Durante la pandemia han incrementado los problemas de salud mental entre la
población: síntomas de ansiedad, desmotivación, apatía, depresión, miedos, fobias,
problemas de relación o de alimentación, entre otros. Las listas de espera de los
especialistas en la salud pública es elevada, y por lo privado hemos notado un incremento
de personas que piden ayuda para gestionar su día a día. El Coronavirus y la cuarentena
han sido catalizadores de un problema latente en la sociedad: la falta de atención que se
presta al cuidado y la prevención de la salud mental. Cada vez se va haciendo más
necesaria la siguiente pregunta ¿Por qué nos cuesta tanto pedir ayuda psicológica?
La percepción de la salud mental ha estado siempre ligada al contexto histórico. Por
ejemplo en la Edad Media la enfermedad mental se explicaba mediante la posesión
demoníaca y por tanto el tratamiento terapéutico consistía en la magia, exorcismos o el
sacrificio. Por otro lado, durante el siglo XVII hubo tendencia a encerrar a todas las
personas que padecían enfermedades mentales, mediante la construcción de grandes
“manicomios” se produjo un confinamiento masivo de personas. Se han pasado por distintas
formas de tratamiento, desde las lobotomías, que consisten en inyectar alcohol en el lóbulo
frontal del cerebro, hasta el electroshock, que consiste en aplicar corrientes eléctricas en el
cerebro. Afortunadamente el método de trabajo ha evolucionado y actualmente se abordan
los problemas mentales desde el tratamiento psicológico y psiquiátrico. Desde la psicología
se utilizan técnicas dirigidas a trabajar la conducta, las emociones y los
pensamientos, disminuir el malestar de la persona y una buena
adaptación en su día a día.
Si bien poco a poco se van eliminando los prejuicios sobre el cuidado mental, venimos de
una época donde el tratamiento psicológico ha estado muy estigmatizado y asociado a una
serie de mitos; la enfermedad mental es algo inusual, la salud mental no es importante, las
personas con problemas mentales son violentas o agresivas, la salud mental no influye en
la salud física, la terapia psicológica no funciona o que las personas con problemas
mentales no van a recuperarse nunca. Estos son sólo algunos de los temores y estereotipos
que han provocado la etiquetación y discriminación de aquéllas personas que tienen un
problema de salud mental. Con esto, muchas personas se alejan con miedo del concepto de
“problema psicológico”, haciéndose un flaco favor, puesto que la atención de la salud
mental es vital para el bienestar de la persona.
Con todo esto, destacar que no hace falta sufrir mucho malestar para acudir al psicólogo. Es
normal que durante el curso de la vida ocurran acontecimientos que nos afectan
psicológicamente, y el tratamiento a tiempo de los primeros síntomas puede ayudar a
prevenir una sintomatología mayor. Se ve muy claro cuando lo comparamos con la medicina
y los problemas físicos. Si tengo fiebre y tos acudiré al médico antes de que comience a
aumentar la sintomatología y la dolencia pueda agravarse. ¿Por qué con síntomas
psicológicos no hacemos lo mismo?, ¿Por qué esperar a que el problema sea insostenible?
El tratamiento de los problemas psicológicos ha evolucionado, y afortunadamente ahora no
es necesario tener un diagnóstico para recibir la ayuda de los especialistas. El malestar psicológico es normal y forma parte de la vida por lo que normalizar la figura del psicólogo va a repercutir directamente en nuestro bienestar y en nuestra calidad de vida.
¿Cuándo deberías pedir ayuda a un psicólogo?
- Sientes malestar en tu vida diaria.
- Tienes dificultades para regular tus emociones.
- Tus relaciones están dañadas.
- Sientes mucho estrés o ansiedad.
- Te sientes solo/a.
- Te sientes desconectado de actividades que antes disfrutabas.
- Usas alguna sustancia adictiva para afrontar tus problemas.
- Tienes dificultades en los estudios o en el trabajo.
- Atraviesas una crisis personal.
- Has atravesado alguna situación impactante sobre la que no dejas de pensar.
- Te sientes inseguro/a o con autoestima baja.
- Tienes cambios en el sueño o en el apetito.
- Si tienes dolores recurrentes de cabeza, estómago o bajas defensas y no tienen
explicación médica.
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